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La regla de oro
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12 de noviembre de 2015
elninointerior

Introducción

A menudo escuchamos hablar de la famosa «Regla de Oro», pero ¿realmente sabemos qué es? Sin darnos cuenta, nos jactamos de cumplirla, cuando en realidad lo que solemos practicar es la «Regla de Plata» de Confucio: «No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti».

La verdadera «Regla de Oro» nos dice: “Haz a los demás lo que quieres que hagan por ti”. Pero, ¿cuál es el secreto de este antiguo proverbio? ¿Qué deseamos que los demás hagan por nosotros?

  • Que respeten nuestros derechos.
  • Que podamos vivir como cualquier ciudadano.
  • Que se nos permita pensar de forma independiente.
  • Que podamos militar en el partido político que elijamos.
  • Que tengamos libertad de elegir nuestra religión.
  • Que disfrutemos de los mismos privilegios que los demás.

Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿respetamos nosotros los derechos de los otros?

1. Nos gusta recibir atención en la necesidad

Apreciamos la simpatía cuando estamos afligidos, la visita de seres queridos cuando estamos enfermos, y nos agrada que nos demuestren cariño y afecto en todo momento. Pero, ¿actuamos nosotros de la misma manera con los demás?

2. Esperamos perdón cuando ofendemos

Cuando cometemos errores, solemos minimizarlos, buscando justificaciones. Creemos que merecemos el perdón, y si no lo recibimos, juzgamos que la falta está en el otro. ¿Pero somos igual de rápidos en perdonar a los demás?

¿Qué hacemos nosotros con los demás?

  1. No siempre respetamos sus derechos.
    A menudo nos vemos como el centro de todo. Creemos que los privilegios son solo para nosotros y que nuestra opinión debe prevalecer. Nos volvemos intransigentes ante quienes no piensan o viven como nosotros, llegando incluso al desprecio y al insulto. Pero, ¿nos gustaría recibir ese trato?
  2. Actuamos en base a la reciprocidad.
    Respondemos al insulto con insulto, al desprecio con desprecio, y al abrazo con otro abrazo. Esta actitud de revancha, incluso en actos de bondad, revela una falta de generosidad auténtica. ¿Nos gusta que nos traten de la misma manera?

Nuestra mayor virtud

Solemos sentirnos satisfechos al no hacer daño a nadie. Hacemos el bien a quienes nos lo hacen, y en ocasiones, incluso evitamos hacer daño a quienes nos lo han hecho. Pero esta «bondad» muchas veces viene cargada de resentimiento. ¿Realmente nos satisface?

¿Dónde radica el problema?

En un corazón egoísta. La Regla de Oro no puede operar en un corazón centrado en sí mismo, sin sanar. Dos naturalezas rigen al ser humano:

  1. La animal, impulsada por el instinto y el egoísmo.
  2. La espiritual, donde prevalece el amor en todas sus formas.

El corazón egoísta no conoce el verdadero amor, solo un amor condicionado por el instinto. En cambio, el amor en un corazón renovado pone a los demás como prioridad, disfrutando del bienestar ajeno.

Cómo funciona el amor en un corazón transformado

Un corazón renovado cambia el enfoque de «yo» a «nosotros». En este estado, el bienestar de los demás se convierte en nuestra mayor satisfacción. La felicidad ajena se vuelve nuestra propia felicidad, sus penas nuestras penas, sus alegrías nuestras alegrías.

Conclusión

«Todo lo que quieras que hagan por ti, hazlo tú por los otros». ¿Estamos esforzándonos por vivir de acuerdo a la Regla de Oro? Quizás sea un buen momento para examinar el estado de nuestro corazón.

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